El primer invitado de la temporada 2014-2015, Christian Felber, impulsor de la Economía del Bien Común, hizo que el salón de hotel SH Valencia Palace donde habitualmente se celebran las conferencias quedara pequeño ante la enorme afluencia de público que acudió a escucharle. Felber presentaba en el Club de Encuentro su último libro “Dinero. De fin a medio”. El Presidente del Club, Francisco Puchol dio la bienvenida a Felber y destacó la importancia de su presencia al ser una “persona tan nombrada” en anteriores conferencias en las que se abordó el tema de la economía del bien común.
Francisco Álvarez, Presidente de ETICAPATRIMONIOS EAFI y miembro de la Junta Directiva fue el encargado de presentar al invitado al que le unen vínculos y “principios que compartimos y defendemos para que podamos tener un modelo económico con rostro humano”, afirmó. A continuación, Álvarez hizo un repaso por la trayectoria profesional del profesor de economía austriaco, a pesar de no ser economista. Antes de concluir, Francisco Álvarez citó a Einstein. “El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por los que les miran sin hacer nada. Con lo que Christian ha escrito, tenemos herramientas para que podamos hacer algo”, señaló.
Las primeras palabras de Christian Felber las dedicó a Valencia, “una puerta de entrada a la economía del bien común”, para a continuación destacar el éxito de este nuevo modelo que acaba de cumplir cuatro años y que ya se estudia en muchas universidades.
“Ahora mismo estamos midiendo el éxito económico en todos los niveles de la economía con indicadores monetarios”, apuntó, desde la inversión, la empresa o la economía nacional. Según dijo, en estos tres niveles el éxito se mide con el dinero, “el dinero es el objetivo”.
Existen, en su opinión, dos formas de entender la economía, “una sana y natural y otra enferma y antinatural”. La primera se caracteriza por utilizar el dinero como un medio para obtener el fin de la economía, que es el bien común. La otra forma, la crematística, aspira al beneficio monetario como objetivo supremo de la economía. “Aquí el dinero es el fin”, subrayó.
Para Christian Felber, el sistema monetario actual no sólo presenta una disfunción, sino que además no es en absoluto democrático. Las decisiones políticas que han llevado a este orden no contemplan las necesidades y valores de los pueblos soberanos. Por eso, el sistema no está al servicio de todos y mucho menos del bien común.
Felber propone en su libro alternativas concretas para ordenar y equilibrar el sistema monetario y financiero. Con ideas que abarcan desde el dinero «como bien público», la emisión del dinero por un banco central democrático, la regulación ética del crédito, la clausura del casino financiero global, con los bancos fantasmas y derivados o el resurgimiento de una antigua propuesta de John Maynard Keynes sobre una cooperación monetaria internacional. Todo debe someterse al examen del bien común, según dijo.
El autor defiende impulsar las decisiones del pueblo soberano, principio central de la democracia. Felber aboga por discutir nuevas reglas de juego para el sistema monetario, mediante procesos participativos y descentralizados. Cuanto más democrático sea el sistema, antes se corresponderá con los valores fundamentales de la sociedad, que no son otros que la dignidad humana, la libertad, la solidaridad, la justicia y la sostenibilidad. El dinero, dice, no puede ser el fin de la economía, sino un medio que debería estar al servicio de la vida y del bien común.
“Para contestar las preguntas éticas, no hace falta ser economista”, declaró. Según él, el pueblo soberano es capaz de contestar a estas preguntas para que luego los representantes y gestores las conviertan en leyes.
Antes de terminar su intervención y pasar al debate, Christian Felber propuso “un juego” para demostrar el funcionamiento de las asambleas de las que habla, en el que el público tuvo que votar tres diferentes propuestas mostrando su consenso a través de la resistencia que simbolizaban sus brazos levantados. Por último, Francisco Álvarez trasladó al invitado algunas de las preguntas que se lanzaron desde el auditorio antes de que terminase el acto con un cálido aplauso hacia el conferenciante.