«La Teología de la Liberación es necesaria para otro mundo posible»

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pdf_3El teólogo Juan José Tamayo habló del Presente y futuro de la Teología de la Liberación” en el Club de Encuentro Manuel Broseta ante un salón que una vez más colgó el cartel de completo. El conferenciante fue presentado por Julia Pérez Broseta, miembro de la Junta Directiva del Club, que hizo un repaso a su dilatada trayectoria, donde destacó su vinculación con Valencia al trabajar durante varios años como profesor de Historia del Cristianismo en la Cátedra de Tres Religiones en la Fundación Cañada Blanch  (Universidad de Valencia) además de destacar las principales líneas de su pensamiento.

El Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de la Religiones en la Universidad Carlos III de Madrid expresó su felicidad al poder compartir con los presentes un tema al que tantos años ha dedicado. Tamayo comenzó su intervención especificando que además de pasado y presente, también hablaría del futuro de la Teología de la Liberación, de la que adelantó vive una “buena salud y continuidad”.

El conferenciante destacó tres fechas significativas del movimiento vinculadas al padre de la Teología, Gustavo Gutiérrez. En 1971 se publicó en Lima el libro “Teología de la Liberación. Perspectivas”; 1982-1984, con el proceso del Vaticano contra Gustavo Gutiérrez y septiembre 2013, cuando se produjo el encuentro del fundador con el Papa Francisco.

Juan José Tamayo habló de los orígenes de la Teología de la Liberación en 1971, “en este año comienza una de las corrientes más creativas, más innovadoras y más al servicio de los pobres”. Lo hace en el entonces considerado tercer mundo. “La Teología de la Liberación es una de las corrientes de pensamiento más importantes del cristianismo”, afirmó.

 Según el teólogo, ello se debió a que supuso una nueva forma de hacer teología. Gustavo Gutiérrez la definió  como “la reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la fe”.  Esa “crítica se refiere tanto a la crítica del sistema, como a las instituciones religiosas que se han distanciado del proyecto originario del cristianismo”.

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En la década de los 80, la Teología de la Liberación fue desarrollándose y empezó a generar una actitud de sospecha por parte del Vaticano. “Hay un momento en que interviene una institución, la Inquisición” que sospecha del movimiento y empieza a investigarlo, especialmente en la persona de Gustavo Gutiérrez.

Tamayo explicó las críticas que se le hizo en esa época a la Teología de la Liberación. “Porque acepta acríticamente la interpretación marxista de la realidad, esta es la clave que se repite hasta 2009 sobre la Teología de la Liberación”. El conferenciante lanzó las preguntas que se hacía en esa época parte del poder eclesiástico. “¿La Teología es marxista? ¿Defiende la lucha de clases que desemboca en la violencia? La Teología de la Liberación es un factor de división dentro de la Iglesia”. Se le criticó también a la Teoría ofrecer una lectura selectiva de La Biblia, centrándose en el Dios de los pobres.

En septiembre de 2013,  L’Observatore Romano publica una selección de textos de un libro de Gustavo Gutiérrez, “textos muy críticos que abordan la realidad de la pobreza, la crítica al neoliberalismo y el proceso deshumanizador de la economía”. Días después, el Papa Francisco recibió al fundador de la Teología de la Liberación.

A continuación, el teólogo realizó una reflexión acerca del contexto en el que nació el movimiento en América Latina: dictaduras generalizadas en todo el continente con una ideología definida, fenómeno del desarrollismo y movimientos de liberación, “que se traducen en una educación popular en los derechos humanos y el caso extremo, el recurso a la violencia”.

“¿De dónde surge la Teología de la Liberación? De la convergencia del despertar de la conciencia de América Latina de que son ellos los que deben marcar las pautas de su evolución histórica, de la irrupción de la conciencia autónoma de este pueblo, traducida en los movimientos de liberación y desarrollada a través de la pedagogía liberadora de Paulo Freile” continuó.

La implicación que tuvieron en ese momento los cristianos en los movimientos de liberación fue otra de las causas del nacimiento de la Teología de la Liberación. Según él, “fue fundamental el sustrato popular del movimiento comunidades eclesiales de base”. Otro factor importante fue la ·presencia de figuras relevantes de la Jerarquía que compaginaban dos funciones, la del Gobierno con la función crítica y de denuncia”.

Juan José Tamayo contó a los presentes cómo ha ido evolucionando la Teología de la Liberación en los últimos diez años, el paso a la democratización de América Latina, los partidos de izquierda, la conciencia de independencia en los ciudadanos y el proceso de descolonización de la economía y la política han sido claves para el movimiento, expuso.

Por último el conferenciante se centró en la situación actual, donde destacó la importancia de la teología feminista, la teología indígena, la teología del pluralismo religioso y la teología ecológica de la liberación. “Ahora nos encontramos en una moratoria en lo que censuras y sanciones se refiere. La última condena fue en 2007” y “gracias al giro en el Vaticano con la nueva dirección de Francisco, aunque no vaya a legitimar el movimiento, si va introducir un elemento de respeto al pluralismo y de diversidad”.

“Gracias a la Teología de la Liberación, a las comunidades eclesiales de base y a todos los movimiento cristianos de liberación, hoy en amplios sectores del cristianismo, la religión no es opio del pueblo, sino  fuerza de liberación” matizó. “No podemos prescindir de esta herencia para la construcción de otro mundo es posible. La Teología de la Liberación es necesaria para otro mundo posible” afirmó.

Antes de concluir la conferencia, hubo tiempo para que el público asistente trasladara al invitado algunas preguntas. Francisco Puchol, Presidente del Club de Encuentro, fue el encargado de transmitirle algunas de las cuestiones, como la posibilidad de un cristianismo en el que se practique la solidaridad sin liturgias ni dogmas, el cumplimiento fiscal con el Estado o la diferencia entre pecado y delito.