Bajo el título, “Desafíos para la evangelización en el contexto cultural actual”, el arzobispo de Valencia, Monseñor Enrique Benavent fue el encargado de inaugurar la tribuna del Club de Encuentro Manuel Broseta. En palabras de la presidenta del Club, Amparo Maties, en la presentación “la voluntad del Club siempre es propiciar un espacio de encuentro, escucha activa y reflexión serena tan necesaria en estos tiempos”. En esta ocasión, el encargado de introducir al ponente fue el rector de la Universidad Católica, José Manuel Pagán, socio del Club de Encuentro.
Monseñor Benavent compartió con los asistentes unas reflexiones serenas y claras del papel de la iglesia en el momento actual, que como él se refirió son unas “reflexiones que nacen de la iglesia, pero que van dirigidas a la sociedad”. Y en ese contexto, al iniciar su exposición quiso apuntar que “no estamos en una situación en la que la iglesia deba dar explicaciones. Somos los creyentes quienes debemos dar razón de nuestra esperanza. El mensaje cristiano cuyo contenido es el evangelio es un mensaje religioso, es religión y no proyecto político, cualquier utilización del mismo, puede llevar a una manipulación del evangelio. El cristianismo no prescinde de lo humano. La fe cristiana no ignora lo humano, sino que lo quiere llevar a su plenitud.”
En torno a los desafíos que se le presentan a la iglesia para dialogar con la sociedad actual y hacer comprensible la visión cristiana de las realidades, la primera de las cuestiones que quiso señalar es que vivimos en un momento de ausencia de diálogo sobre las cuestiones éticas y filosóficas. Para Benevent, la convivencia se debe sustentar en unos principios básicos, como hacer el bien y evitar el mal, “toda persona tiene el deber de buscar a la verdad, porque es lo que conduce a la justicia y el bien. El debate ético en la vida público se ha empobrecido o simplemente se evita”.
A esta ausencia de diálogo se suma, según el arzobispo, otro hecho de igual o mayor gravedad y es que el debate ético se ha politizado. En ese sentido afirmó que “Las opciones de los partidos no se fundamentan en una visión del ser humano sino en los réditos electorales, el debate ha muerto. La visión de la política es la consecución de la sociedad más justa y la aportación de la iglesia, no consiste en involucrarse en la vida política, como un partido más, sino ofrecer su doctrina social. Esta es una reflexión de naturaleza ética, fruto de una razón iluminada por la fe. La política no es una misión de la iglesia, pero los cristianos no se pueden evitar. El católico que se compromete en un partido ha de ser consciente de que se encontrará con un drama. Sería más deseable una mayor libertad de decisión a la conciencia de las personas, en el caso de los partidos políticos. La vida social y el compromiso público van más allá de la vida política.” Y por ello, el arzobispo defendió que el compromiso público de los católicos debe encauzarse fuera y al margen de los partidos políticos. “Se puede ayudar más directamente a personas fuera de las estructuras políticas que desde las mismas. Sería deseable que las asociaciones por las que se encauza el compromiso social de muchos cristianos que no se sienten cómodos ante la disciplina partidista no dependieran tanto de los poderes públicos”.
Monseñor también quiso abordar la cuestión de la función del estado y los límites al ejercicio del poder, que afirmó que está llamado a buscar el bien común. “Son necesarias las estructuras políticas. La autoridad es un instrumento de coordinación al servicio de la sociedad, y su ejercicio no puede ser absoluto. No se puede regular todos los aspectos de la vida y de las personas. Ha de ser imparcial en materia religiosa, y no puede instituirse en materia religiosa, cuando el poder se sirve de los medios para difundir una determinada visión del ser humano y de la vida, se está extralimitando. No se puede imponer ideologías contrarias a la visión del ser humano.”
Para finalizar, el arzobispo destacó que “debemos dar razón de la propia esperanza. Un gran teólogo del SXX comentaba “no se trata de afirmar con prepotencia que se posee la verdad, nuestra respuesta a los que los preguntan debemos dar más bien con mansedumbre y respeto. Por lo demás la razón de nuestra esperanza no ha de consistir en discursos polémicos, sino en una buena conducta, ante la que deben quedar confundidos los que nos calumnian y en el padecimiento de la búsqueda de la verdad”.
Y quiso acabar afirmando que “Los cristianos no podemos anunciar el evangelio, más que sirviéndonos del propio evangelio. Utilizar métodos no evangélicos para hacernos presentes en la sociedad, violencia, fuerza, presiones, la falta de veracidad, uso del poder, otras, en un primer momento puede ser aparentemente más eficaz, pero con el paso del tiempo es contraproducente”.